Felipe De Jesus Roman

Felipe De Jesús Román, amado esposo, padre, abuelo y amigo, falleció pacíficamente en su hogar en Perris, California, el 18 de marzo de 2024, rodeado de sus seres queridos. Tenía 57 años. Luchó contra el cáncer con inmenso coraje y gracia, dejando atrás un legado de amor, risas y bondad que será apreciado por todos los que lo conocieron.

Nacido el 11 de julio de 1966 en Altamirano, Guerrero, hijo de Camerino Román y María Dolores Mercado, Felipe fue un individuo apasionado cuya vida giraba en torno a su familia, la música, los deportes y la alegría de explorar nuevos lugares. Su amor por tocar la guitarra llenaba su hogar con hermosas melodías, mientras que su entusiasmo por el fútbol le brindaba innumerables momentos de felicidad en el campo. Viajar no era solo un pasatiempo, sino una forma para él de conectar con diferentes culturas y crear recuerdos duraderos con sus seres queridos.

Sobre todo, Felipe fue un hombre de familia dedicado que trabajó incansablemente para proveer a los suyos. Su devoción hacia su esposa, María, era inquebrantable, y su vínculo fue una fuente de fuerza e inspiración para todos los que los conocieron. Pasaron maravillosos 38 años juntos antes de su fallecimiento. Como padre, Felipe hizo todo lo posible cada día, dejando atrás un legado de amor, orientación y risas que seguirá resonando a través de las generaciones.

Felipe tenía un vínculo especial con sus tres hijos, Vanessa, Felipe Jr. y Debbie. Compartieron muchos momentos alegres llenos de risas y bromas, a menudo dejándose mutuamente con sonrisas y comentarios escandalosos que los unieron más.

Felipe también fue un abuelo orgulloso y amoroso de Elijah e Isabella. Los quería profundamente, los mimaba y creaba recuerdos especiales que serán atesorados para siempre. Su amor por ellos no conocía límites, y su papel como abuelo le brindaba una inmensa alegría y satisfacción.

Conocido por su espíritu generoso, Felipe siempre estaba dispuesto a tender una mano, incluso cuando enfrentaba sus propios desafíos. Su risa contagiosa y su cálida sonrisa podían alegrar el día de cualquiera, haciéndolo un amigo y confidente querido para muchos.

Aunque ya no esté físicamente con nosotros, el espíritu de Felipe y los recuerdos que creó vivirán para siempre en los corazones de aquellos que tuvieron la fortuna de conocerlo. Será profundamente extrañado y recordado con cariño por su familia, amigos y todos los que tuvieron el privilegio de cruzarse con un alma tan notable.

Al honrar la memoria de Felipe, llevemos adelante su legado de amor, bondad y risas, manteniendo viva la luz de un hombre que tocó tantas vidas de manera profunda y significativa.

Descansa en paz, Felipe. Te extrañaremos mucho, pero tu luz seguirá brillando intensamente en nuestros corazones para siempre.